IV CONCURSO DE CUENTOS DE LA MONTAÑA
BASES
TEMA: La montaña.
ESTILO: Libre. Cualquier tipo de texto literario (Cuento, novela, poema, fábula, etc.)
EXTENSIÓN: Mínimo un folio. Máximo tres. Escrito a mano, máquina, u ordenador. Por una sola cara, con páginas numeradas.
CATEGORÍAS:
-De 8 a 12 años
-De 13 a 16 años
ENTREGA: En Óptica Alto Carrión (Av. Castilla y león, 29. Guardo). En sobre abierto con nombre, dirección, teléfono, edad del concursante y título de la obra.
PLAZO: último día de entrega 4 de febrero del 2006.
PREMIOS: A los tres primeros de cada categoría. Libros y regalos.
La entrega de premios se realizará en el día destinado para tal fin, durante la IV Semana de Montaña que se celebrará en la semana del 12 al 19 de 2006.
ORGANIZA: Club de Montaña Peña Torquilla de Guardo
------ pág.web. www.penatorquilla.com
correo electrónico: torquilla70@hotmail.com

(El resto de las bases del concurso están en el Club da Montaña Peña Torquilla. Sede: C/ Las Vegas, Teléf.: 979852449, 699803823)


 

GANADORES Primer concurso :

Formado el Jurado del concurso por Covadonga Casado Gómez, Bonifacio Gómez Andrés y Mª Del Sol Andrés Rojo, el día 9 de febrero dw 2003 han decidido dar como ganadores a los siguientes cuentos:


                                    LA ESCALADA (Autor: Fernando Martín Martínez, de 10 años)

Entonces dije yo:
- "¿Ahí vamos a comer?"
- "Sí ahí, donde pone "Mesón"- dijo mi padre.
Íbamos en dos coches. En el mío estaba mi padre conduciendo, mi madre de copiloto. Mi hermano, que se llama Javier, y yo, que me llamo Fernando, íbamos atrás. En el segundo coche iban unos amigos nuestros que viven en Palencia: el padre se llama Juan Carlos, la madre Pilar y los hijos, que son los dos muy amigos míos, se llaman Isabel y Jorge.
Aparcamos en la puerta del Mesón y bajamos todos contentos de estar ya en la montaña. Estábarnos hambrientos. Yo comí espaguetis, chuletillas de cordero y un helado. Después de comer yo quería ir a escalar grandes montañas, y mi hermano que siempre se está metiendo conmigo me dijo:
- "Tú, renacuajo? Tú no llegas ni a la falda de la montaña."
- "Estoy seguro de que llego más lejos que tú" - le contesté.
Salimos del Mesón Isabel, Jorge, mi hermano y yo. Nos acercamos hasta el pie de la montaña. Íbamos jugando, riendo y fijándonos en todo lo que veíamos. Hacía un día muy bueno y estábamos dispuestos a disfrutar mucho.
De pronto, vimos que la puerta del Mes6n se abría y salía Juan Carlos, que nos gritó:
- "¿Qué... ¿Escalamos o no?"
- "¡Si!" - gritamos a coro Isabel, Jorge, mi hermano y yo.

Empezamos a escalar los cinco juntos. A mí, de vez en cuando me tenían que ayudar, por algo era el mis pequeño. Al principio era fácil, pero poco a poco la cuesta se hizo más empinada.
Después de un rato subiendo, Jorge vio una piedra grande y se le ocurrió moverla. Entre todos, empujando, conseguimos darle la vuelta. La tierra de abajo estaba húmeda y vimos cómo salían unas pequeñas lombrices. Isabel, sin esperar un instante dijo:
- "Volved a poner esa piedra en su sitio. ¿No sabéis que si a las lombrices les da el sol se mueren?"
- "Yo no lo sabia" - dije yo.
Y corriendo, volvimos a poner la piedra en su sitio.
A mitad de camino Juan Carlos se volvió y dijo:
- "Seguid vosotros. Yo ya estoy cansado."
Una vez que se volvió nosotros seguimos subiendo. De pronto miré hacia abajo y ya no se distinguían las letras donde ponía "Mesón".
- "¡Ay qué vértigo!" - dije yo - "Imaginaros si nos caemos."
Los coches se veían muy pequeños y un rebaño que pasaba por el pie de la montaña parecía un rebaño de hormigas en vez de un rebaño de ovejas.
Seguimos escalando hasta llegar a la cima de la montaña.
- "¡Aleluya!" - dijimos Jorge y yo - "¡Hemos llegado!"

Nos sentamos a descansar en unas rocas muy grandes que había allí. En la que estaba yo había musgo verdoso y húmedo. Desde allí vimos cómo salían nuestros padres del Mesón. Empezamos a llamarlos gritando y nos saludaron todos agitando los brazos.
Arriba se respiraba un aire fresco y limpio y sólo se oía el viento agitando las hojas de los arbustos. Nuestros padres nos hacían señas para que bajáramos. Así que empezamos a bajar.
Cuando me levanté de la roca vi un gran palo. Lo cogí y pregunté:
- "¿Esto puede servir para ayudarme a bajar apoyándome en él?"
- "No. Los palos sólo te ayudan a subir." - dijo Jorge.
Lo dejé donde estaba y seguimos bajando.
Era mis difícil bajar que subir, porque siempre miras hacia abajo y parece que te vas a caer. Se veían las cosas del pie de la montañaa cada vez más grandes. Yo iba el primero y vi una espiga y dije asustado:
- "Por aquí no podemos pasar."
- "¡Claro que sí!" - dijo mi hermano - "Si hubiera, un arbusto nos impediría pasar, pero eso es muy poco y podemos pasar perfectamente."
Vimos otra. vez la roca donde estaban las lombrices, pero ahora. no la tocamos.
Escondidas detrás de un arbusto vimos unas setas amarillentas que no habíamos visto al subir. No las tocamos por si acaso eran venenosas. Yo una. vez toqué una. parecida a esas y por debajo tenia muchas capas.
Cuando ya estábamos casi abajo mi hermano se fijó en una. zarzamora a la. que todavía no le habían salido los frutos. Algunas veces hemos cogido moras y mi padre ha hecho mermelada con ellas, que está muy buena. Al llegar abajo estábamos muy cansados pero también muy contentos. Nuestros padres nos preguntaron si nos lo habíamos pasado bien. Contestamos que sí. El sol se estaba. poniendo y como ya era tarde nos despedimos y cada uno se montó en su coche para ir a su casa. Pero antes de eso nos prometimos volver pronto a escalar otra. montaña.
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                     La montaña triste (Autor: Cristóbal Martín Bañuelos, de 13 años)

Érese una montañita triste a la que no iban escaladores nunca. Siempre estaba llorando porque no iba nadie a la montaña. Era de color negra y muy horrorosa, y la llamaban la montaña de la muerte.
Un día un escalador se puso a escalar y no le pasó nada. Yo le digo: -"No te metas ahí, que te van a matar"-. Entonces soltó la cuerda y se agarró por los pelos. Desde ese día decidió no ir más a esa montaña. Y desde que pasó eso en esa montaña, los escaladores no fueron más.
Un día de nieve fui a la montaña triste con un conductor que se llamaba Toribio. El autobús era de color amarillo y pasamos el día escalando esa montaña de la muerte. No pasó nada y a la bajada tuvieron que parar el autobús a poner las cadenas. Y Toribio dijo: -"¿Quién sabe poner cadenas?"-.
Contestó un niño que se llamaba Cristóbal. Tenía los pantalones de color azul, el jersey era azul y negro. Cristóbal puso las cadenas y siguieron.
Pero a la bajada, las cadenas se metieron entre el eje de la rueda y el autobús se paró en seco. Toribio empezó a llorar. Cristóbal dijo:-"Yo bajo al pueblo".- Toribio contestó: -"No bajes. ‘Porfa’, que alguien baje al pueblo y que pida ayuda."-. Pero Cristóbal insistió.. Toribio le dijo: -"Ahí tengo algo para tirarse por la montaña hasta el pueblo."-. Era un plástico.
Cristóbal se tiró por la ladera montado en el plástico. Al final llegó al pueblo. Le dijo a Teri, que era una señora que vivía en el pueblo que subieran con un tractor porque el autobús se había quedado atrapado en la montaña. El tractor subió por la montaña con Cristóbal subido encima de él. Al final, el autobús ya salió de la montaña del pueblo.
Al día siguiente la montaña triste empezó a cambiar de color a marón e iban a la montaña triste los escaladores y se pusieron a escalar. Pero dijo un guardia: "No os metáis ahí, porque os caerán rocas".
Y contestó Juanma: "¿Qué dices? ¡Lo oyes! ¡Déjanos escalar, por favor!
Y dijo el guardia: "Vale, lo que digáis... ¡Cuidadooooooo!! ¡La roca cae! ¡Apartad, por favor, de la roca!"
La roca golpeó al señor Aarón, que era un escalador que estaba ahí y le pilló la roca en la espalda. La espalda se le partió y dijo Aaróm: "Madre mí. Me ha roto la espalda!"
El guardia llamó al helicóptero y se llevaron a Aarón por los aires.
Al día siguiente fueron a escalar otra vez. Pero esta vez Juanma dijo: "Cuidado con las rocas" Y contestaron todos: "¡Vale!"
- Dijo Juanma. "Pero... ¿y Cristóbal?"
- "No lo sé" - Respondieron.
- "Pero... Si vino con nosotros...."
- "Estoy aquí arriba poniendo la cuerda"
Todos rieron.
En la montaña triste iban los animales a comer todos los días. Fue mejorando de buen humor. La montaña triste, a partir de aquel día, fue llamada el "Everest" porque para ellos era la montaña más grande del mundo y la más bonita.

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Autor:  Jose Antonio Bardasco (bardasco@hotmail.com)
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