GANADORES Primer concurso :
Formado el Jurado del concurso
por Covadonga Casado Gómez, Bonifacio Gómez Andrés y Mª Del Sol Andrés
Rojo, el día 9 de febrero dw 2003 han decidido dar como ganadores a los
siguientes cuentos:
LA ESCALADA (Autor:
Fernando Martín Martínez, de 10 años)
Entonces dije yo:
- "¿Ahí vamos a comer?"
- "Sí ahí, donde pone "Mesón"- dijo mi padre.
Íbamos en dos coches. En el mío estaba mi padre conduciendo, mi madre de
copiloto. Mi hermano, que se llama Javier, y yo, que me llamo Fernando, íbamos
atrás. En el segundo coche iban unos amigos nuestros que viven en Palencia: el
padre se llama Juan Carlos, la madre Pilar y los hijos, que son los dos muy
amigos míos, se llaman Isabel y Jorge.
Aparcamos en la puerta del Mesón y bajamos todos contentos de estar ya en la
montaña. Estábarnos hambrientos. Yo comí espaguetis, chuletillas de cordero y
un helado. Después de comer yo quería ir a escalar grandes montañas, y mi
hermano que siempre se está metiendo conmigo me dijo:
- "Tú, renacuajo? Tú no llegas ni a la falda de la montaña."
- "Estoy seguro de que llego más lejos que tú" - le contesté.
Salimos del Mesón Isabel, Jorge, mi hermano y yo. Nos acercamos hasta el pie de
la montaña. Íbamos jugando, riendo y fijándonos en todo lo que veíamos.
Hacía un día muy bueno y estábamos dispuestos a disfrutar mucho.
De pronto, vimos que la puerta del Mes6n se abría y salía Juan Carlos, que nos
gritó:
- "¿Qué... ¿Escalamos o no?"
- "¡Si!" - gritamos a coro Isabel, Jorge, mi hermano y yo.
Empezamos a escalar los cinco
juntos. A mí, de vez en cuando me tenían que ayudar, por algo era el mis
pequeño. Al principio era fácil, pero poco a poco la cuesta se hizo más
empinada.
Después de un rato subiendo, Jorge vio una piedra grande y se le ocurrió
moverla. Entre todos, empujando, conseguimos darle la vuelta. La tierra de abajo
estaba húmeda y vimos cómo salían unas pequeñas lombrices. Isabel, sin
esperar un instante dijo:
- "Volved a poner esa piedra en su sitio. ¿No sabéis que si a las
lombrices les da el sol se mueren?"
- "Yo no lo sabia" - dije yo.
Y corriendo, volvimos a poner la piedra en su sitio.
A mitad de camino Juan Carlos se volvió y dijo:
- "Seguid vosotros. Yo ya estoy cansado."
Una vez que se volvió nosotros seguimos subiendo. De pronto miré hacia abajo y
ya no se distinguían las letras donde ponía "Mesón".
- "¡Ay qué vértigo!" - dije yo - "Imaginaros si nos
caemos."
Los coches se veían muy pequeños y un rebaño que pasaba por el pie de la
montaña parecía un rebaño de hormigas en vez de un rebaño de ovejas.
Seguimos escalando hasta llegar a la cima de la montaña.
- "¡Aleluya!" - dijimos Jorge y yo - "¡Hemos llegado!"
Nos sentamos a descansar en unas
rocas muy grandes que había allí. En la que estaba yo había musgo verdoso y
húmedo. Desde allí vimos cómo salían nuestros padres del Mesón. Empezamos a
llamarlos gritando y nos saludaron todos agitando los brazos.
Arriba se respiraba un aire fresco y limpio y sólo se oía el viento agitando
las hojas de los arbustos. Nuestros padres nos hacían señas para que
bajáramos. Así que empezamos a bajar.
Cuando me levanté de la roca vi un gran palo. Lo cogí y pregunté:
- "¿Esto puede servir para ayudarme a bajar apoyándome en él?"
- "No. Los palos sólo te ayudan a subir." - dijo Jorge.
Lo dejé donde estaba y seguimos bajando.
Era mis difícil bajar que subir, porque siempre miras hacia abajo y parece que
te vas a caer. Se veían las cosas del pie de la montañaa cada vez más
grandes. Yo iba el primero y vi una espiga y dije asustado:
- "Por aquí no podemos pasar."
- "¡Claro que sí!" - dijo mi hermano - "Si hubiera, un arbusto
nos impediría pasar, pero eso es muy poco y podemos pasar perfectamente."
Vimos otra. vez la roca donde estaban las lombrices, pero ahora. no la tocamos.
Escondidas detrás de un arbusto vimos unas setas amarillentas que no habíamos
visto al subir. No las tocamos por si acaso eran venenosas. Yo una. vez toqué
una. parecida a esas y por debajo tenia muchas capas.
Cuando ya estábamos casi abajo mi hermano se fijó en una. zarzamora a la. que
todavía no le habían salido los frutos. Algunas veces hemos cogido moras y mi
padre ha hecho mermelada con ellas, que está muy buena. Al llegar abajo
estábamos muy cansados pero también muy contentos. Nuestros padres nos
preguntaron si nos lo habíamos pasado bien. Contestamos que sí. El sol se
estaba. poniendo y como ya era tarde nos despedimos y cada uno se montó en su
coche para ir a su casa. Pero antes de eso nos prometimos volver pronto a
escalar otra. montaña.
-------------------------------------------------------------
La montaña triste
(Autor: Cristóbal Martín Bañuelos, de 13 años)
Érese una montañita triste a la
que no iban escaladores nunca. Siempre estaba llorando porque no iba nadie a la
montaña. Era de color negra y muy horrorosa, y la llamaban la montaña de la
muerte.
Un día un escalador se puso a escalar y no le pasó nada. Yo le digo: -"No
te metas ahí, que te van a matar"-. Entonces soltó la cuerda y se agarró
por los pelos. Desde ese día decidió no ir más a esa montaña. Y desde que
pasó eso en esa montaña, los escaladores no fueron más.
Un día de nieve fui a la montaña triste con un conductor que se llamaba
Toribio. El autobús era de color amarillo y pasamos el día escalando esa
montaña de la muerte. No pasó nada y a la bajada tuvieron que parar el
autobús a poner las cadenas. Y Toribio dijo: -"¿Quién sabe poner
cadenas?"-.
Contestó un niño que se llamaba Cristóbal. Tenía los pantalones de color
azul, el jersey era azul y negro. Cristóbal puso las cadenas y siguieron.
Pero a la bajada, las cadenas se metieron entre el eje de la rueda y el autobús
se paró en seco. Toribio empezó a llorar. Cristóbal dijo:-"Yo bajo al
pueblo".- Toribio contestó: -"No bajes. ‘Porfa’, que alguien baje
al pueblo y que pida ayuda."-. Pero Cristóbal insistió.. Toribio le dijo:
-"Ahí tengo algo para tirarse por la montaña hasta el pueblo."-. Era
un plástico.
Cristóbal se tiró por la ladera montado en el plástico. Al final llegó al
pueblo. Le dijo a Teri, que era una señora que vivía en el pueblo que subieran
con un tractor porque el autobús se había quedado atrapado en la montaña. El
tractor subió por la montaña con Cristóbal subido encima de él. Al final, el
autobús ya salió de la montaña del pueblo.
Al día siguiente la montaña triste empezó a cambiar de color a marón e iban
a la montaña triste los escaladores y se pusieron a escalar. Pero dijo un
guardia: "No os metáis ahí, porque os caerán rocas".
Y contestó Juanma: "¿Qué dices? ¡Lo oyes! ¡Déjanos escalar, por
favor!
Y dijo el guardia: "Vale, lo que digáis... ¡Cuidadooooooo!! ¡La roca
cae! ¡Apartad, por favor, de la roca!"
La roca golpeó al señor Aarón, que era un escalador que estaba ahí y le
pilló la roca en la espalda. La espalda se le partió y dijo Aaróm:
"Madre mí. Me ha roto la espalda!"
El guardia llamó al helicóptero y se llevaron a Aarón por los aires.
Al día siguiente fueron a escalar otra vez. Pero esta vez Juanma dijo:
"Cuidado con las rocas" Y contestaron todos: "¡Vale!"
- Dijo Juanma. "Pero... ¿y Cristóbal?"
- "No lo sé" - Respondieron.
- "Pero... Si vino con nosotros...."
- "Estoy aquí arriba poniendo la cuerda"
Todos rieron.
En la montaña triste iban los animales a comer todos los días. Fue mejorando
de buen humor. La montaña triste, a partir de aquel día, fue llamada el "Everest"
porque para ellos era la montaña más grande del mundo y la más bonita.
|